LA BATALLA DE ASSANDUN vista por sus protagonistas

Año 1016. Los vikingos daneses ya llevan muchos años hostigando tierras inglesas, saqueándolas y obteniendo tributos a cambio de sus victorias. Pero Canuto el Grande aspira a más. De los siete reinos anglosajones, solo quedan dos: Wessex y Mercia. Dos tercios del territorio inglés están bajo dominio danés. La intención de Canuto es hacerse también con el tercio restante.

Edmundo II de Inglaterra, apodado Brazo de Hierro, está angustiado ante la presencia danesa. Para colmo, los nobles ingleses le dan la espalda y apoyan al ejército vikingo, hartos del gobierno anglosajón. Sin embargo, no se rinde ante la amenaza constante de los daneses. Haciéndose valer, defiende Londres ante el asedio de los vikingos que finalmente tienen que desistir.

Tras resistir el asedio de Londres, el rey inglés Edmundo se adentra en territorio dominado por los daneses. Quiere continuar con su avance para expulsarles. La lucha contra los vikingos le supone un constante desgaste, pero gracias a ello, en ocasiones, consigue recuperar terreno.

Canuto, por su parte, despliega su flamante red de espías. Recibe mensajes constantemente y conoce la posición del rey inglés y su ejército en todo momento. Sabe que esa información le puede dar la victoria final y haciendo uso de ella sale al encuentro de Eduardo. Ante el ataque sorpresa, los ingleses son incapaces de reaccionar y la mayoría de las fuerzas de Eduardo huyen y desertan. Los pocos nobles que apoyaban al rey inglés, son eliminados.

Eduardo II de Inglaterra no tiene más remedio que aceptar la derrota y llega a un acuerdo con Canuto en el que le entrega todo el territorio inglés a excepción de Wessex. El pacto conlleva una cláusula adicional: a la muerte de uno de los dos, el otro heredará la corona de Inglaterra al completo.

El primero en morir es Eduardo, por lo que Canuto se convierte en el rey de toda Inglaterra, siendo el primer rey danés que gobierna todo el territorio actual de Inglaterra al completo.

Si eres de los que alucinan con las gestas de los vikingos, no puedes dejar de llevar este brazalete para contagiarte de su gloria.

Recuerda que se irá recopilando toda la colección de batallas del blog en la BATALLOTECA.

LA BATALLA DE BOUVINES vista por sus protagonistas

1214. Juan sin Tierra, rey inglés, está empeñado en recuperar Normandía y Anjou de manos de Francia. Es algo personal. Los franceses siempre han apoyado a sus enemigos, y han de pagar por ello. Pero es consciente del decreciente apoyo de los condes ingleses a su causa. Por ello, solicita la ayuda externa de Otón IV, rey del Sacro Imperio Romano Germánico, y de los condes de Flandes y Boulougne. Juntos, forman un ejército poderoso al que cree que el rey francés Felipe II Augusto no podrá vencer.

Tras un previo avance de los dos ejércitos, Felipe Augusto, que cuenta con un ejército menor en infantería pero ligeramente superior en caballería, se asienta finalmente en Bouvines. Sabe que es un buen terreno para desplegar su caballería, que puede ser decisiva en una batalla campal tan ajustada.

Otón IV, que lidera la coalición inglesa ya que Juan Sin Tierra se encuentra recuperándose de su derrota en Roche-aux-Moines, trata de evitar el asentamiento del rey francés y ordena a sus tropas perseguirle. Durante el cruce del río Marque, piensa emboscarle y destrozar su ejército. Pero el duque de Brabante le traiciona y advierte al rey francés.

Felipe Augusto, advertido, acelera el paso y consigue cruzar el río antes de la llegada de su enemigo. Los dos ejércitos se encuentran, por tanto, uno frente al otro, cada uno en una orilla del río. Los franceses toman la iniciativa y sus unidades de caballería tratan de aprisionar a la coalición enemiga. El obispo de Senlis y sus 300 sargentos montados consiguen romper la formación enemiga.

Ante este primer ataque francés, Otón quiere acabar la batalla por la vía rápida. Lanza el grueso de sus tropas contra el rey francés. Busca acabar con la vida del monarca y obtener así la victoria. La infantería francesa se deshace ante el ataque y la caballería tiene que retirarse, así Otón consigue ganar terreno.

Felipe Augusto teme la acometida de sus enemigos y ordena un contrataque. Sabe que si no deja de ceder terreno está perdido. La batalla se recrudece y todo se torna confusión a su alrededor. Cuando se da cuenta, el rey francés está prácticamente aislado y rodeado. De repente cae de su caballo, alguien ha conseguido desmontarle, pero uno de sus caballeros acude a auxiliarle y le ofrece su montura. El caos continúa a su alrededor. Es cuestión de tiempo que consigan darle alcance y que la estrategia de Otón de acabar con él se haga efectiva.

De repente, las tropas enemigas comienzan a retirarse. Felipe Augusto no sabe qué ha pasado, pero agradece el milagro. Otón IV, que huye del combate, sí sabe lo que ha ocurrido. Mira hacia atrás mientras cabalga tratando de escapar de la carga de Guillaume des Barres. El caballero francés había decidido personalmente cargar contra el rey germano como única opción de revertir la situación. Otón IV, atemorizado por este ataque, huye de la contienda, y sus tropas con él.

Con suerte o no, Felipe II Augusto se proclama vencedor de la lucha, convirtiendo esta batalla en un símbolo de la hegemonía de Francia en el continente europeo, asentando el poder de la dinastía capetiana. La derrota de Otón IV aceleraría su declive y este acabaría perdiendo el trono germano. Juan Sin Tierra tendría finalmente que cesar sus hostilidades contra los franceses y preocuparse por sus propias tierras renegando de recuperar Normandía que sería finalmente preservada por Francia. Juan Sin Tierra mantiene el orden en Inglaterra a través de numerosas concesiones a sus barones, entre ellas la Carta Magna, que abriría el futuro del Derecho británico y estadounidense.

Si queréis saber más sobre la historia de Francia, país que siempre ha tenido un bello y poderoso pasado sobre todo desde Carlomagno, os aconsejo este libro del catedrático G. de Bertier de Sauvignny.

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LA BATALLA DE HASTINGS vista por sus protagonistas

Harold Godwinson se lleva la mano a la corona una y otra vez. No puede creérselo. Él, un simple conde de Wessex, proclamado rey de toda Inglaterra. Tras la muerte de Eduardo el Confesor sin sucesor directo, el Witenagemot (asamblea de nobles ingleses) le ha nombrado rey. Sonríe, aunque es consciente de que no por mucho tiempo.

Al conde Tostig Godwinson, exiliado y herido en su orgullo, se le revuelven las tripas al ver a su hermano entronado. Eso le hace cargar contra su nuevo reino. Sin embargo, sus ardores se acentúan al ver cómo los condes de Mercia y Northumbria repelen su ataque y anulan su rebelión.

Pero Tostig no está solo. Harald Hardrada, rey noruego, apela a un trato con Eduardo el Confesor en el que habían pactado que el que sobreviviera al otro sería nombrado rey de Noruega e Inglaterra. Para defender sus derechos al trono inglés, desembarca en el norte de Inglaterra y se une a Tostig para derrocar al «oportunista» de Harold. Ambos consiguen derrotar a los condes de Mercia y Northumbria… pero comparten la amarga derrota al ser vencidos por el rey inglés en la batalla de Stamford Bridge. Harold empieza a sentirse cómodo sobre el trono inglés tras la contundente victoria. Pero no sabe que lo peor está aún por llegar.

Guillermo de Normandía cruza el Canal de la Mancha a bordo de una extensa flota que ha tardado casi un año en construir. Durante una de sus visitas a Inglaterra, Eduardo el Confesor le había prometido que él sería su sucesor. Harold es un insulto y una falta a esa promesa. Al mando de sus normandos, antiguos vikingos reconvertidos al cristianismo, desembarca en suelo inglés y toma el castillo de Pevensey como base de operaciones.

A Harold, el mensaje de la invasión normanda le genera ansiedad. Todavía se encuentra en el norte recomponiéndose del ataque de su hermano y el rey noruego. Pero es el rey de Inglaterra. Está dispuesto a ganarse el puesto en la batalla. Por ello, obliga a sus hombres a una marcha forzada para cruzar Inglaterra y salir al encuentro de Guillermo.

El 14 de octubre de 1066, las flechas y virotes normandos comienzan a sobrevolar colina arriba. Guillermo se lamenta, Harold se ha adelantado y ha conseguido ventaja en una posición elevada y sus ataques a distancia impactan en los escudos defensores o pasan de largo. Pero eso no será suficiente para detenerle. Tras un ineficaz hostigamiento, envía a sus lanceros al ataque.

El rey inglés, firme y confiado, ordena a sus hombres que lancen todo objeto a su alcance colina abajo para frenar el ascenso normando. Hachas, lanzas y piedras dificultan el ya de por sí complicado avance de su enemigo. La infantería normanda llega cansada al encuentro y es incapaz de romper la defensa anglosajona.

Guillermo, viendo los infructuosos primeros pasos de sus hombres, se lanza con la caballería al ataque. Pero en terreno ascendente, la caballería pierde inercia y también ese ataque es inútil. Observa hacia el ala izquierda y ve como parte de su ejército, formado por sus aliados bretones, se retira de la batalla al verse en situación desfavorable. Guillermo oye, sorprendido, la noticia de su propia muerte. Ese falso rumor hace que todo su ejército huya en desbandada, y es perseguido por las tropas anglosajonas. Sabe que la batalla está perdida. Por ello, cabalga con fiereza y retira su casco para demostrar que sigue vivo. Sus gritos hacen que sus hombres recuperen la moral y vuelvan a cargar, esta vez contra una formación inglesa desorganizada que había roto la formación para perseguirles.

Harold rectifica a tiempo, ordena a sus tropas reagruparse y estas consiguen volverse fuertes en lo alto de la colina, inexpugnables de nuevo tras haber hecho peligrar una victoria que ya creían segura. Respira tranquilo. En este punto de la batalla, casi de nuevo en el punto de partida, ambos ejércitos deciden tomarse un descanso.

Guillermo aprovecha el descanso para pensar una estrategia. Cuando cree dar con ella, se lanza al ataque de nuevo con su caballería… para rectificar y retirarse momentos después de iniciado el ataque. Busca provocar la persecución inglesa para romper la formación. Repite la operación en un par de ocasiones, sin mucho éxito. La batalla entonces parece estancarse con los anglosajones bien pertrechados en lo alto de la colina, no hay forma de hacerles ceder. Entonces, Guillermo vuelve a dar la orden a sus arqueros de disparar.

Harold se ríe, cree que Guillermo está desesperado. El hostigamiento no funcionó al principio de la batalla y no le va a funcionar ahora. Piensa que el duque normando utiliza sus recursos sin inteligencia. Sin embargo, mira hacia arriba sorprendido por una extraña oscuridad. Observa ante sí una lluvia de flechas. Siente un dolor agudo en uno de sus ojos. Una de las flechas se le ha clavado en él. Antes siquiera de comprender lo ocurrido, su dolor se desvanece, su cabeza se apaga. Lo último que escucha en su vida es que el rey inglés ha muerto.

Guillermo celebra su acierto. Esta vez había ordenado a sus arqueros efectuar un tiro parabólico, que dispararan más alto, casi hacia el cielo. En lugar de chocar contra los escudos o pasar de largo como anteriormente en sus disparos directos, ahora las flechas tras elevarse caen en picado sobre el ejército inglés. Las tropas anglosajonas se desmoronan, la noticia de la muerte del rey provoca el pánico y abandonan sus posiciones.

Guillermo ordena la persecución para acabar con la batalla. Solo los huscarles, la guardia personal del rey Haroldo, permanecen en el campo tratando de recuperar y proteger el cuerpo de su rey, muriendo con honor.

Tras la victoria, Guillermo avanza por el sur inglés y, no con poca resistencia, consigue finalmente imponerse y ser aceptado como rey de Inglaterra, acabando así con el reinado de los reyes anglosajones en la isla.

Si os gusta esta historia, os recomendamos la novela El último gato vikingo, ambientada en la invasión normanda de Guillermo y con dos capítulos dedicados a la batalla de Hastings para poder disfrutar de ella desde dentro con sus protagonistas.

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